Rezaba la orden de los Reyes Católicos que la ciudad DE SANTIAGO DE COMPOSTELA necesitaba un nuevo hospital , "capaz de dar cumplido y decoroso servicio a todos los devotos, enfermos y sanos que a la ciudad llegasen".
En la única visita a su todo sea dicho..., maltratada Galicia en el año de 1486, los Reyes Católicos finalmente reaccionaron ante la desastrosa y paupérrima situación en la que se encontraban los peregrinos llegados de todas partes del mundo a la ciudad de Compostela
El Hospital original, que se encontraba situado entre la Catedral y la Iglesia de San Martín Pinario, sufrió un incendio por lo que a partir de ese instante , el único refugio posible para los peregrinos fue el interior de la propia Catedral.
Esto , entre otras cosas originó el Botafumeiro, ese gigantesco incensario, que pasó a formar parte de los rituales eclesiásticos, ya que era necesario perfumar la Catedral , ante el hedor insoportable existente en algunos casos con tantos peregrinos , enfermos, etc... que no tenían donde asearse
Así pues , tras la visita de los Reyes inmediatamente se ordenó la construcción de un nuevo hospital para peregrinos ( debemos también recordar que la palabra Hospital , proviene de Hospitalidad... Hospedar..) .
Por tanto, el afamado arquitecto renacentista Enrique Egas, se puso a ello.
El suntuoso Hospital Real sería ejemplo en toda Europa, el mejor de la Cristiandad. Un edificio bien pensado por la tranquilidad que se siente dentro, por las chimeneas y las fuentes que lo poblarían, por las huertas, granjas, botica, enfermerías, panadería, bodega, caballerizas, mortuorio y cementerio que lo equipaban, por sus médicos "linguaceiros", que permitían entenderse con los huéspedes hasta en 16 idiomas. Y, por supuesto, por su eterna condición de albergue.
Construida en dos alturas, permitía a los enfermos contemplar la misa desde la cama. Se explica así su excelsa sonoridad,
Si visitamos hoy la Capilla veremos la solitaria puerta con balconada que se pierde en lo alto de una de las paredes. En ella desembocaba el piso superior del desaparecido baldaquino, para
conducir al sacerdote al "observatorio de agonizados" (sala de moribundos) que, separados del resto de enfermerías, también tenían derecho a la comunión.
conducir al sacerdote al "observatorio de agonizados" (sala de moribundos) que, separados del resto de enfermerías, también tenían derecho a la comunión.
En una esquina de la Capilla reposa la pila bautismal que cumplía una función más del Hospital. El edificio ejercía de inclusa de recién nacidos que allí dejaban sus madres, no para cuidarlos, sino para que no muriesen sin ser bautizados... Niños que luego serían amamantados por otras madres que cobrarían por ello.
Por la pila pasarían esos niños y alguien muy especial . María Rosalía Rita, supuesta hija de un clérigo de la ciudad, fue bautizada allí por especial interés de éste. Agua bendita ( más que nunca ) , porque ella se convertiría en la más universal de las escritoras gallegas. ( Rosalía de Castro )
Otras joyas de la Capilla son sus columnatas, todo un muestrario de santos relacionados con la curación esculpidos sobre la meticulosa piedra blanca de Coimbra. Esta simbología es una constante en el Hostal. Las ménsulas y las gárgolas que culminan las columnas de los claustros forman el código de conducta para el paciente, con referencias a vicios y virtudes, a la vida y a la escatología, al pecado y a la salvación.
La modernidad de este espacio hizo evolucionar al centro, que se amplió con dos nuevos claustros y se abrió parcialmente a lo civil en el siglo XVIII. Desde entonces, y hasta 1953, el Hostal fue el hospital de Santiago. La facultad de Medicina, construida a sus espaldas, así lo atestigua. Muchos médicos santiagueses nacieron, estudiaron, hicieron prácticas y finalmente trabajaron entre las paredes de los dos edificios.
Tras 1953, una reforma hecha en tiempo récord ( nueves meses a turnos de mañana, tarde y noche) transformó el viejo hospital en Parador Nacional , para ser inaugurado el 24 de julio de 1954, Año Santo Compostelano, ante la presencia del cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII. Desde entonces, la vida de esta joya renacentista ha acogido grandes personalidades y acontecimientos.